martes, 29 de marzo de 2011

suelo que acoge, madre tierra


Me estoy encontrando muchos casos, demasiados, de niños y niñas, bebés, que pasan de estar en hamaquitas, al suelo, sentados por los adultos, y luego... a ¡caminar!. Caminan, sí, pero con estructuras corporales que dejan mucho que desear.

Poco, poquísimo, han estado a sus anchas, en las losas, en el parqué, en la tierra... Poco, poquísimo, sus cuerpos se han abandonado al disfrute del girar de un lado a otro, de hacer "la croqueta", de arrastrarse buscando objetos interesantes, de gatear para "ir hacia". Un buen día, desde la postura antinatural que ofrece la hamaquita, que aceptan en muchos casos porque no conocen otra cosa, son sentados por alguien de la familia. El cuerpo queda "partido en dos". Los bracitos se mueven para ir cogiendo y dejando cosas interesantes que tienen, nunca mejor dicho, "a mano", y las piernas quedan bastante inmóviles. Y... no saben salir de la postura, porque a ella no llegaron por sus medios. Son tantas las implicaciones de no dejar al niño en su libre movimiento, en el suelo, acompañándolo nosotros, sus seres queridos... Me gustará poder irlo comentando.

Y el movimiento y la expresión empiezan bien pronto, ya en el vientre de la madre. Hay vientres que acogen elásticamente, amáblemente, el movimiento del feto. Otros devuelven al ser en gestación un tope desagradablemente rígido.

Nadie es torpe en sus movimientos porque sí. Algo pasó en su historia que entorpeció el natural desarrollo, la harmonía. Os invito a crear entornos facilitadores y amorosos para movimientos sanos y llenos de vida.

sábado, 12 de marzo de 2011

limites... contenedores


movimiento y expresión


¿Y el límite?

Tantas y tantas veces se ha visto el límite como algo que frena, que no deja ser, que corta en seco al movimiento... Y ahora... resulta que encuentro más de la cuenta, demasiadas veces, los problemas del "no límite". ¿Qué pasa ahí?. Demasiado se está viendo ahora gente perdida, sin contención, desparramada, diría, por el mundo, por un mundo que perciben amplio, sí, sin estructura, también, sin contención... Hablo de adultos y también de pequeños. Crecieron sin tope, nadie se preocupó de recoger de forma cálida a sus cuerpos necesitados de un regazo, unos brazos, otro cuerpo, blando, amoroso, caliente, donde abandonarse al placer de sentirse recogidos. Luego fueron creciendo y tal vez no encontraron esos pilares que te hacen situar en el tiempo y en el espacio, esa voz que dice "no" desde el profundo cariño. ¿Y el límite?, ¿ya no hay límites?, ¿vamos a una sociedad sin límite?... ¿Todo es posible?, ¿podemos parir cuando queramos aunque haya pasado la edad?, ¿podemos elegir cómo queremos nuestros hijos?, ¿podemos vivir en la soledad?, ¿podemos con los transgénicos sustituir a los alimentos naturales?, ¿podemos... Todo?, ¿Somos todopoderosos?.


¿No creeis que son necesarios esos límites contenedores?, esos límites que te hacen moverte en la tranquilidad del respaldo, que sitúan, que estructuran, que dan realismo. Yo así lo veo, así me lo ha hecho ver, sobre todo David, e Inma y Jordi también, pertenecientes a la Escuela Española de Terapia Reichiana. Todo no vale, y más vale que empecemos a contactar con el límite, antes de que igual sea demasiado tarde...