domingo, 24 de abril de 2016

del camaleón al jilguero

Estaba paseando en muy buena compañía. La mañana invitaba al paso tranquilo y al disfrute, a parar a oler, a mirar al cielo despejado y sentarse a escuchar los cantos alegres de los pájaros. La mañana llevaba al abandono, a la contemplación y al perezoseo. Notaba hundirse un poquito, bajo mis pies, la tierra húmeda de lluvias recientes, sentía el frescor en la cara, el despeje del agua caída... Bienestar... bendito bienestar...
En un momento, ahí, cerquita mío, se plantó, casi descarado. ¡Míralo!, un... ¿cómo se llama?, ¿cómo era?, sí, mi abuelo lo llamaba "colorín"... Un... ¡Eso!, ¡un jilguero!. Agarrado a la rama, liviano y juguetón, se permitió rápidos movimientos, casi exhibicionistas. Parecía que quería que lo viera bien. Hacía mucho que no veía uno de estos pájaros. Los recuerdo bastante de niña, cuando mi abuelo los tenía en jaulas, cosa que no me gustaba nada... Ahí, delante de mis narices, a escasos metros, uno de esos. Lo observo sorprendida y cauta me acerco un poco más. No parece temerme, más al contrario, quiere regalárseme. Se sacude juguetón y me ofrece sus colores, ese poco de amarillo, ese tanto de negro, la manchita colorada... "Colorín te llaman también". Sencillo, pequeñito, suelto y presumido, disfrutando de ser... Colorín que me saluda y me trae otros olores, otras tierras, otros acentos... Y, por supuesto, otra sorprendente, gratificante y vibrante forma de estar en el mundo. Sé de su canto también, potente y expansivo.
Soy Encarna Leiva Prados, hija de Paco y de Pepita, y nieta de Manuela, José, Encarnación y Frasquito José. Soy psicóloga terapeuta de orientación reichiana. Soy hija de una peluquera y un trabajador en la cadena de montaje de s.e.a.t.  ¿A santo de qué viene ésto?. ¡A santo de mostrarse!. Me ha apetecido hacerlo. Eso es.
He hablado mil veces de la disociación y de los hiperadaptados. He hablado de cómo utilizamos determinados mecanismos de defensa para sobrevivir, y entre ellos, he destacado en muchas ocasiones la capacidad disociativa de los seres humanos. Cómo encapsulamos sentimientos, cómo arrinconamos emociones, como vivimos vidas en compartimentos sin integrar, ¡cómo nos escondemos!. He hablado mucho de camaleones, bello animal, tan diferente al jilguero... Camaleón, que toma el color del ambiente, siempre alerta, que cambia constantemente, que esconde su belleza en pos de la superviviencia. Camaleón que es y deja de ser, que se encoje, se congela, se tiñe, se transforma... y no se ve. Como nosotros en tantas ocasiones. Claro, para que no nos hagan daño, no nos hieran, no vayan a por nosotros... Normal... Pero ¿saludable?
Llega un punto en que uno puede llegarse a dar cuenta de que se paga un peaje demasiado caro, que el gasto de energía empieza a ser alarmante y que la vida no fluye como debiera. Llega un momento en que, si tomamos contacto con nosotros mismos, sentimos que a lo mejor nos hemos pasado un poco, y que queremos que nos vean, queremos compartir, mostrarnos y disfrutar con la gente.
El colorín se me regaló. No era vanidad, era alegría de vivir. Luego emprendió el vuelo, travieso, despreocupado... Y me dejó agradecida, sintiendo formas de vivir que también son posibles... 'Vibrante forma de estar en el mundo!






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