domingo, 6 de noviembre de 2011

respirar...




¿Cómo respiramos?. Mal, ya lo sabemos todos. Se ha oído tantas veces, se ha leído, escuchado, en tantas bocas... No estamos respirando bien, los adultos no tenemos incorporada la respiración. Lo sabemos casi todos, pero no hacemos demasiado caso. Lo vivimos con resignación y con un total alejamiento y desconexión de las consecuencias que ello trae a nuestras vidas. Pero es que nos va la vida en ello, sí, la vida, porque ¿de qué sirve ir haciendo servir el mínimo del mínimo de nuestra capacidad torácica para ir aguantando?, ¿es eso vivir?. Estamos dejándonos tantas cosas en el camino, tantas sensaciones, tantas emociones... Cierto, desde que vinimos al mundo inhibimos nuestra capacidad respiratoria para no sufir, bloqueamos el diafragma porque no había más remedio: nos obligaron a inhibir el llanto (nuestra única capacidad de expresión), y así, contacto tras contacto, fuimos reduciendo la vitalidad en pos a un no sufrir. Claro que se sufre menos inhibiendo la respiración, contrayendo el pecho. Sí, pero se paga un precio muy alto: dejamos de sentir plenamente, dejamos de empatizar, dejamos de ablandarnos ante los demás, dejamos de querer y, claro, vamos enfermando poco a poco.




He querido llevaros a la reflexión sobre ello. No vamos a forzar al cuerpo de repente, pero sí que podemos ir un poco más allá de "nuestra zona de confort" en la respiración. Dejemos que entre el aire y dejemos también que salga tratando de vaciar más de lo de costumbre. Sentiremos más, puede que nos lleguen emociones de sorpresa, sin avisar. Rocojámoslas, no las temamos. Es la vida, con sus luces y sus sombras, y vale la pena. ¡Atrevámonos a respirar!








No hay comentarios: