NOTA: estos apuntes que comparto proceden de mi experiencia en la casa de naixements Migjorn. En concreto, de mi asistencia a los grupos de crianza de Juliana Martinez Vieira, mi maestra en este tema y con la que comparto formación en la Es.Te.R.
¿Para qué sirve el masaje en los bebés? Son tantas las indicaciones... con él reforzamos el contacto y la comunicación, ayudamos a aflojar los músculos y relajar, estimulamos la sensorialidad, vamos ayudando a madurar los órganos internos, distendemos el diafragma...
El masaje, en definitiva, además de calmar, libera tensiones y emociones, que se "atascan" en el cuerpo. Los bebés son su cuerpo, tocándolos les devuelves la percepción de sí mismos. Al ser tocados, los pequeños se ubican en el mundo, ya que no tienen todavía abstracción.
Sin hablar de una técnica en concreto, sí señalamos desde aquí:
- ir de arriba a abajo (cefalo-caudal)
- del centro hacia afuera
Es muy importante la comunicación desde el interior, si es algo mecánico no llega, o, mejor dicho, llega de forma muy desagradable. Por tanto, si es la madre la que va a masajear, ha de dejarse sentir cómo está, qué va a transmitir con sus manos. Puede percibirse que no es el momento adecuado y se puede aplazar para otra ocasión mejor. La madre ha de estar descansada, para dar hay que tener, si no, imposible.
Puntos a destacar: alrededor de los ojos, alrededor de la boca, las vértebras del cuello, el diafragma y el plexo solar.
contenidos relacionados con el cuidado del cuerpo y el movimiento desde un punto de vista bio-funcional, siguiendo el paradigma que estableció Wilhelm Reich. Una visión integral de las personas desde la "Ecología de los Sistemas Humanos" (Escuela Española de Terapia Reichiana). Buscamos sobre todo, como objetivo, hacer reflexionar acerca de lo saludable y lo que no lo es, entendiendo como saludable lo vital, lo energético, lo que pulsa.
lunes, 9 de abril de 2012
jueves, 5 de abril de 2012
¿SOMOS FUERTES O DÉBILES?
¿SOMOS FUERTES O DÉBILES?
Pero aún más, ¿dónde reside nuestra fortaleza?
Miremos la cantidad de tortugas que tenemos a nuestro alrededor, mirémonos a nosotros también, sí, somos casi todos tortugas. Vamos por ahí, llevando nuestros caparazones, aguantando su peso, afirmándonos en ellos, escondiéndonos en ellos, protegiéndonos con ellos... Mira si no, esa señora que no sale sin su maquillaje, su traje de marca y su peinado... mira si no aquél joven que tiene que comprarse esa camiseta, que es más cara, pero que le da identidad, mira la pobre de los taconazos martirizando sus pies y su columna entera... mira ese empresario que se tiene que cambiar de coche ya, aunque el suyo le va bien... ese profesional de lo que sea que atiende a sus clientes deslumbrándolos en un maravilloso despacho, y ese, y esa, de los bíceps bien marcados... Corazas, corazas, corazas... y nos sentimos seguros con ellas, y no nos damos cuenta de lo que nos pesan, porque es que pesan tanto, llegan a pesar tanto, que al paso de los años nos va la salud en ello. Corazas, corazas, corazas... fuertes caparazones, que no nos dejan apenas andar, pero... nos sentimos tan protegidos... ¿Y si nos atreviésemos a prescindir de ellas?. ¿Qué encontraríamos?. Nucleos más o menos débiles, blanditos y frágiles... lo que nunca nos atrevimos a ver, lo que no nos atrevemos a sentir... Y ahí está el trabajo en concreto de la terapia que conozco más profundamente, la reichiana. Ahí está el valor de este trabajo, duro, bestial y maravilloso, reforzar lo de dentro para no tener que andar son tanto peso. Cuando empiezas a entrever lo que eres tú, sin más, cuando te das cuenta que no pasa nada si te equivocas, que no has de ser el mejor en todo ni has de gustar a todos...cuando empiezas a ver que si vas como te pilla, si no te has de comprar nada en especial, ni investirte de nada en especial, si ves que lo de dentro empieza a ser tan importante que eso es lo que llega y te permite relacionarte con autenticidad con los otros, entonces, sí, entonces, verás que empiezas a moverte con una soltura que ni te imaginabas...
LA CONDUCTA ALREDEDOR DE LOS DOS AÑOS. LA AGRESIVIDAD
Alrededor
de los dos años los niños sufren un cambio radical en su evolución. A su incipiente autonomía corporal, que les
permite desplazarse mejor, alcanzar aquello que quieren, ir hacia donde desean,
descubrir nuevas posibilidades de los objetos que los rodean, etc., se les une
una nueva capacidad, que es la de la representación mental, que conlleva la
simbolización y el lenguaje para comunicarse mejor, con los demás y con ellos
mismos a través del pensamiento. Es un paso difícil que conlleva crisis.
Puede
suceder que en esta etapa se manifiesten conductas agresivas, como morder,
empujar o pegar. Si bien es cierto que son conductas normales, hemos de estar
atentos a ellas y saber cómo tratar a los niños en estas situaciones.
¿Por qué se producen?
·
En estas edades sigue
habiendo predominio del cuerpo, el lenguaje es incipiente y todavía no es muy
funcional. Digamos que todavía no se expresan bien, no les sirve de mucho
hablar, y cuando desean algo les resulta más “natural” el impulso de pegar o
morder para conseguirlo.
·
Puede haber una
frustración muy concreta, como puede ser un destete, una ausencia de la madre
(por un viaje o que salga simplemente a comprar), de un ser muy querido, un
cambio de domicilio… No tienen recursos para explicar su pena o decepción, por
lo que les sale la rabia y pueden pegar, o morder.
·
Hay una distancia
importante entre como pensamos nosotros y como piensan los niños del alrededor
de 2 años. A esta edad no se domina el espacio ni el tiempo, no se alcanzan
razonamientos complejos. Pueden decepcionarlos situaciones a las que en
principio nosotros no damos importancia pero para ellos es crucial. De ahí
puede venir una gran rabieta.
¿Qué hacer?
·
Si el niño o la niña
hace daño, a otro niño, al adulto, padre, madre… Debemos indicárselo, darle la
información de las consecuencias de su comportamiento (“mira cómo le ha quedado
la marca de la torta…”)
·
Ofrecer alternativas
para que se desahogue en caso de que tenga mucha rabia, ofrecerle cojines para
pegar, lanzarlos, etc.,
·
Irle favoreciendo el
desarrollo del lenguaje, explicándole nosotros muchas cosas, a su nivel, y
dejar que ellos se expresen también, que nos expliquen las suyas
·
No decirle nunca que es
“malo” o “mala”. Si acaso, es el comportamiento que no nos gusta porque puede
hacer daño a otros niños o a los mayores. Debemos entender nosotros como
adultos que su comportamiento no lleva tintes de maldad ni la intencionalidad
de hacer mal tal como lo veríamos desde nuestro prisma.
·
Darle el mensaje de que
lo entendemos y lo queremos, por encima de todo. Eso relaja mucho la
frustración y la crisis de una edad en que te das cuenta de muchas cosas,
puedes hacer muchas cosas, pero a la vez topas con tus limitaciones
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