jueves, 5 de abril de 2012









LA CONDUCTA ALREDEDOR DE LOS DOS AÑOS. LA AGRESIVIDAD

Alrededor de los dos años los niños sufren un cambio radical en su evolución.  A su incipiente autonomía corporal, que les permite desplazarse mejor, alcanzar aquello que quieren, ir hacia donde desean, descubrir nuevas posibilidades de los objetos que los rodean, etc., se les une una nueva capacidad, que es la de la representación mental, que conlleva la simbolización y el lenguaje para comunicarse mejor, con los demás y con ellos mismos a través del pensamiento. Es un paso difícil que conlleva crisis.

Puede suceder que en esta etapa se manifiesten conductas agresivas, como morder, empujar o pegar. Si bien es cierto que son conductas normales, hemos de estar atentos a ellas y saber cómo tratar a los niños en estas situaciones.

¿Por qué se producen?

·        En estas edades sigue habiendo predominio del cuerpo, el lenguaje es incipiente y todavía no es muy funcional. Digamos que todavía no se expresan bien, no les sirve de mucho hablar, y cuando desean algo les resulta más “natural” el impulso de pegar o morder para conseguirlo.

·        Puede haber una frustración muy concreta, como puede ser un destete, una ausencia de la madre (por un viaje o que salga simplemente a comprar), de un ser muy querido, un cambio de domicilio… No tienen recursos para explicar su pena o decepción, por lo que les sale la rabia y pueden pegar, o morder.

·        Hay una distancia importante entre como pensamos nosotros y como piensan los niños del alrededor de 2 años. A esta edad no se domina el espacio ni el tiempo, no se alcanzan razonamientos complejos. Pueden decepcionarlos situaciones a las que en principio nosotros no damos importancia pero para ellos es crucial. De ahí puede venir una gran rabieta.

¿Qué hacer?

·        Si el niño o la niña hace daño, a otro niño, al adulto, padre, madre… Debemos indicárselo, darle la información de las consecuencias de su comportamiento (“mira cómo le ha quedado la marca de la torta…”)

·        Ofrecer alternativas para que se desahogue en caso de que tenga mucha rabia, ofrecerle cojines para pegar, lanzarlos, etc.,

·        Irle favoreciendo el desarrollo del lenguaje, explicándole nosotros muchas cosas, a su nivel, y dejar que ellos se expresen también, que nos expliquen las suyas

·        No decirle nunca que es “malo” o “mala”. Si acaso, es el comportamiento que no nos gusta porque puede hacer daño a otros niños o a los mayores. Debemos entender nosotros como adultos que su comportamiento no lleva tintes de maldad ni la intencionalidad de hacer mal tal como lo veríamos desde nuestro prisma.

·        Darle el mensaje de que lo entendemos y lo queremos, por encima de todo. Eso relaja mucho la frustración y la crisis de una edad en que te das cuenta de muchas cosas, puedes hacer muchas cosas, pero a la vez topas con tus limitaciones


Agresividad no es lo mismo que destructividad. A ésta última se llega tras la represión sistemática del normal y saludable comportamiento agresivo. Si no dejamos que nuestros niños muestren sus comportamientos espontáneos, tanto de cariño, de agresividad... entonces estamos desviando el impulso normal para convertirlo en algo pervertido. Saldrá destructividad sádica.

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