LA CONDUCTA ALREDEDOR DE LOS DOS AÑOS. LA AGRESIVIDAD
Alrededor
de los dos años los niños sufren un cambio radical en su evolución. A su incipiente autonomía corporal, que les
permite desplazarse mejor, alcanzar aquello que quieren, ir hacia donde desean,
descubrir nuevas posibilidades de los objetos que los rodean, etc., se les une
una nueva capacidad, que es la de la representación mental, que conlleva la
simbolización y el lenguaje para comunicarse mejor, con los demás y con ellos
mismos a través del pensamiento. Es un paso difícil que conlleva crisis.
Puede
suceder que en esta etapa se manifiesten conductas agresivas, como morder,
empujar o pegar. Si bien es cierto que son conductas normales, hemos de estar
atentos a ellas y saber cómo tratar a los niños en estas situaciones.
¿Por qué se producen?
·
En estas edades sigue
habiendo predominio del cuerpo, el lenguaje es incipiente y todavía no es muy
funcional. Digamos que todavía no se expresan bien, no les sirve de mucho
hablar, y cuando desean algo les resulta más “natural” el impulso de pegar o
morder para conseguirlo.
·
Puede haber una
frustración muy concreta, como puede ser un destete, una ausencia de la madre
(por un viaje o que salga simplemente a comprar), de un ser muy querido, un
cambio de domicilio… No tienen recursos para explicar su pena o decepción, por
lo que les sale la rabia y pueden pegar, o morder.
·
Hay una distancia
importante entre como pensamos nosotros y como piensan los niños del alrededor
de 2 años. A esta edad no se domina el espacio ni el tiempo, no se alcanzan
razonamientos complejos. Pueden decepcionarlos situaciones a las que en
principio nosotros no damos importancia pero para ellos es crucial. De ahí
puede venir una gran rabieta.
¿Qué hacer?
·
Si el niño o la niña
hace daño, a otro niño, al adulto, padre, madre… Debemos indicárselo, darle la
información de las consecuencias de su comportamiento (“mira cómo le ha quedado
la marca de la torta…”)
·
Ofrecer alternativas
para que se desahogue en caso de que tenga mucha rabia, ofrecerle cojines para
pegar, lanzarlos, etc.,
·
Irle favoreciendo el
desarrollo del lenguaje, explicándole nosotros muchas cosas, a su nivel, y
dejar que ellos se expresen también, que nos expliquen las suyas
·
No decirle nunca que es
“malo” o “mala”. Si acaso, es el comportamiento que no nos gusta porque puede
hacer daño a otros niños o a los mayores. Debemos entender nosotros como
adultos que su comportamiento no lleva tintes de maldad ni la intencionalidad
de hacer mal tal como lo veríamos desde nuestro prisma.
·
Darle el mensaje de que
lo entendemos y lo queremos, por encima de todo. Eso relaja mucho la
frustración y la crisis de una edad en que te das cuenta de muchas cosas,
puedes hacer muchas cosas, pero a la vez topas con tus limitaciones
No hay comentarios:
Publicar un comentario