¿Y hoy?. No hemos llegado en mi país a unos extremos similares a los que vivieron nuestros padres y abuelos en esa guerra que los pilló muy niños, pero sí estamos acercándonos a situaciones de seria necesidad. Veo alrededor la queja, siempre la queja, lo que más se oye de los movimientos de los indignados es la queja. Lo que queda de las diversas manifestaciones que se están sucediendo es la queja (¡basta recortes!, ¡no queremos que se nos quite!). Se habrá quizás trabajado para ofrecer soluciones, seguramente, pero lo que llega de los medios de comunicación es la queja. Y unos contra los otros. Cada uno o cada grupo, viéndose a sí mismos sin tener en cuenta las globalidades, sin tener en cuenta al "otro". El otro es enemigo.
Y es desde niños que se gesta ese espíritu competitivo. Pasó cuando no tuvimos la atención exclusiva que por derecho nos correspondía, cuando tuvimos que luchar contra 10, 15, 20 de nuestra edad, y no tocaba... Fue entonces, es en esos momentos, cuando vemos al otro, al igual, como extraño, es el que nos arrebata esa atención exclusiva, esa que sí tuvieron las generaciones anteriores de cachorros humanos.
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