miércoles, 10 de diciembre de 2014

La sombra

"Topé con ella, bailando en una sala de ténues rojizos. Me la encontré de espaldas al grupo, cuando me recogía en mí y me expandía a la vez, sintiéndome alejada de miradas que en ese momento no deseaba. La ví potente en esa pared rosada, y me sorprendí sintiéndola mía y tan ajena a la vez. Esas manos que se marcaban, grandes, ágiles, el cuerpo desdibujado que se hacía nítido a momentos, el revoltijo de la melena, en un vaivén caprichoso... Y yo ahí, disfrutando de mi proyección!. Esa sombra...Era yo!, o era más, sí, bastante más. Jugué con las formas, definiéndolas a veces, emborronándolas, se mezclaban las luces y los colores... Me fui soltando, como si se hubiera ablandado la barrera de mi piel, para permitirme dejar salir algo que había muy dentro y no se había atrevido antes. Y no me sentía responsable de eso, no me importaba... Fue un rato... Minutos... Tal vez segundos... Un flash?. No lo sé, no me importó, no me importa. Algo pudo abrirse y me expandió."

Seguiré en este intenso y excitante camino de encontrar, promover y dignificar todos los mediadores que se me ocurran para potenciar nuestra energía vital. Todos. Y ciertamente soy exigente. Ya lo he dicho en otras ocasiones, huyo del disfraz a lo tonto y de aplicar mecanicismos que no pegan ni con cola.

Quiero distanciarme de la frase fácil y los recursos manidos. He visto demasiadas mujeres pintadas sin gracia, subidas a taconazos que más parecen un elemento de tortura, con ropas que las desfavoren... Hombres también, acoplándose a trancas y barrancas al "uniforme" de turno, ya sea de hippy, de hipster, de...heavy o de qué sé yo. Tan fuera de sí, tan alejados de sí mismos...

He visto, cuando uno inicia el contacto serio con uno mismo, que sale un impulso de dentro que inunda, que cubre y se proyecta. Y de ahí sale una dignidad que no conoce de técnicas ni artificios.

Recuerdo una mujer, ahora considerada amiga, iniciándose en danza oriental tras un accidente. Yo ignoraba entonces que su torpeza fuera fruto de ese trágico acontecimiento. La miraba sorprendida, porque en su desajuste, en su lentitud temblorosa a veces, haciendo los movimientos sinuosos de cadera había tal seriedad, tal contacto, tanta coherencia, que era imposible que no saliera el más profundo de los respetos. Chapeu! Señora.

Seguiré yo también en la senda de lo auténtico, no voy a querer de otra forma. Seguiré tomando el ejemplo de algunas mujeres que el destino está poniendo en mi camino. Mujeres rotundas.  Y desde ahí, jugaremos si es el caso, disfrutaremos, nos soltaremos... Y encontraremos también, claro, esa sombra, esa proyección que parece que se nos avanza. Y puede que nos sorprendamos gratamente!


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