jueves, 8 de enero de 2015

la culpa

Es algo que llevamos tan dentro nuestro, nos limita tanto y nos hace tanto daño que, en estos días en los que tan recientemente hemos tenido "la visita de sus majestades los Reyes Magos" quiero hablar de ello y llevarlo a la reflexión. El tema de la culpa, sí.
No nacemos con la culpa (aunque bien se encargó la Iglesia Católica de hacerlo creer así), venimos al mundo limpitos y llenos de vida que quiere pulsar en nosotros. Tenemos unas necesidades biológicas que han de irse cubriendo por nuestro entorno más inmediato (la madre a ser posible), y vamos evolucionando, a trancas y barrancas, con trabas que se van poniendo en nuestro ritmo natural de crecimiento, compensando, recomponiéndonos, encogiéndonos muchas veces, expandiéndonos las menos.
Entrada la edad de cierto entendimiento se empieza a oír "te has portado bien", "te has portado mal", "es una niña muy buena", "qué malo es"... Y en nuestros 2 o 3 años, la edad de lo contrastado, del blanco o negro, empezamos a sentir profundamente la culpa. Si algo no hemos hecho bien es que somos malos, no dignos de amor. Da igual que no lo hayan dicho los adultos directamente, de forma sutil percibimos miradas que desaprueban, que desacreditan y... ridiculizan. 
Como niñas o niños entramos en la complacencia porque queremos ser queridos, tenidos en cuenta. Y nos sentimos fatal cuando recibimos algún mensaje negativo que nos conecta con "soy malo". Y, claro, las pulsiones de rabia, de agresividad varia, van quedándose dentro, sin poder salir, cada vez más guardadas, arrinconadas, para ser el niño o niña perfecto, el hiperadaptado, 
Escribo ésto tras haber visto la carita de circunstancias de un niño de unos 6 años, cuando le preguntaron si se había portado bien (por lo de los regalos de Reyes, sí), y el niño, inseguro y avergonzado, respondió flojito: "regular...". ¿Qué sentiría que había hecho?. Qué soledad tan grande y ¿qué culpa era esa?... 




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