martes, 26 de mayo de 2015

Ada, Manuela... me habéis roto los esquemas... (¡gracias!)

Ada, Manuela, ahí estáis, habéis llegado. Ada, Manuela, pensé que no era posible y sí ha podido ser. Me resulta casi increíble, no doy crédito, me habéis roto los esquemas. Y me alegro profundamente. ¡Yo pensaba que era incompatible!. No podía ser llegar arriba sin haber trepado, sin haber machacado por el camino, sin haberse labrado a base de golpes, de empujones, una personalidad rígida, fría, distante, calculadora... ¿Cómo si no, se iba a llegar?. Se llega, sí, pero se convierte uno, una, en un ser acorazado hasta las cejas, resabido al máximo. Se entra en otros códigos de comunicación, se cambia la vida, se aleja uno, una, de lo terreno y se convierte en morador de una cima solitaria, en donde apenas cabe nadie más. Y las cosas del mundo, lo del día a día, queda tan lejos... Se ocupan grandes despachos, se deja de ir al súper o al cine, se asiste a rimbombantes reuniones, te invitan a eventos, te asesoran sobre tu imagen, y dejas de ser aquél ser... humano. Ah, pobre de mí, eso pensaba, y era una de mis pocas cosas seguras que tenía. Vaya, vaya, señoras, quién lo iba a decir...
Ahí estábais ayer, en el prime time, acariciando alcaldías de estas dos grandes ciudades... Ahí, las dos, frescas, amables, claras, sencillas y serenas... Tan, tan "normales"...Ahí estáis, atendiendo a los medios, sonriendo victoriosas, alegres, vitales. No sé si cansadas, imagino que sí, pero no lo parecíais...
Y os leo, más allá de las palabras y los discursos, os leo el cuerpo, el gesto, la mirada, la pose, el estar. Bocanadas de aire fresco siento, al veros en el movimiento. Qué bien, qué maravilla, esto es posible. Dos mujeres, dos generaciones, ahí. Con voces honestas, profundas, que dicen lo que sienten, desde la tranquilidad que da la conexión. No el hacer ver, no la imagen, no la mentira.
Vaya... señoras, me habéis roto los esquemas. Ha sido emocionante ver a dónde habéis llegado. Muchas, muchas, muchas gracias. Por estar ahí.


viernes, 22 de mayo de 2015

Querido masoquista...

Querido, querida, masoquista... Aunque no sé si llamarte así porque me harás daño... Ya pasa, ya, es tu forma de funcionar, hacer daño a los que te quieren...
Querido, querida, masoquista, digo... me viene escribirte ésto, quiero desenmascararte... me apetece... me has cansado tanto, confundes tanto, eres tan sutil...Veo tus lamentos, tus llantos desesperados y tus quejas constantes. Lo de la vida como valle de lágrimas es tu máxima y no escatimas momentos para recordarlo, justificándote con mil y una situaciones lamentables. Te observo, en las descripciones de tu día a día gris y terrible, en tus narraciones de las desgracias que te han acontecido, y voy viendo cómo te creces, sí, a medida que lo que explicas se va convirtiendo en terrible... Lo vas convirtiendo tú, por cierto. Y los que te rodean se hacen pequeñitos, se quedan chupados, gastados, flojitos... ¡qué fuerte eres!. He visto cómo, al revés del rey Midas, transformas el oro, lo precioso, en vulgaridad. Tienes ese don... Ya sea un bello paisaje, una velada entre amigos, un baño, una sabrosa comida... Entras tú y lo transformas... se deshace lo que podía parecer una ilusión... ¿lo era?. Estás ahí, buscando cómplices de la maraña que vas creando, enredados en tu victimismo. Te observo, y sí, veo que te creces ante cada nuevo contratiempo: un atasco, una complicada reunión, la enfermedad de tu familiar, la tuya... Te vas creciendo cuando sientes que te hacen daño, algunos, muchos, en los que provocas una gran agresividad. Te hieren, te vapulean, y tú, surgiendo más potente aún, los descolocas, los desarmas, los desesperas... Se te van a enfrentar y ¡zas! los tiras para atrás con tu cara triste, con pose indefensa, tu apariencia frágil e inocente...
Querido, querida... años y años de hacerte daño, de sentirte honrado y crecido, enaltecido y superior a todos los demás. Años y años de soportar estoicamente lo que se te presentara, y de ir a buscarlos en caso de no tenerlos, toda clase de obstáculos y dificultades. Años de ir mirando a los demás por encima del hombro, considerándolos pobres vulgares, que lloran, ríen, sufren y aman, y disfrutan la vida, todo lo que pueden. Tú no, tú no puedes, serías débil, ¿verdad?, ¿qué sería de la energía de la que te alimentas si buscaras el placer?
"yo puedo, yo me machaco, yo seré vuestro esclavo si hace falta, y me nutriré del desprecio, el más absoluto de los desprecios, hacia vosotros... "
Y el mayor desprecio, el más terrible, es sonreír al atacante, es no permitirle la lucha. Es entregarse a la tortura si hace falta ("Santo y mártir", ale, mejor que mejor...)
Míralo, anda, ya toca, míralo, atrévete. Mírate en el espejo y observa el gran sadismo que hay en ti. El sadismo con que te tratas, que no te dejas disfrutar... el sadismo con el que puede que te vayas matando poco a poco, día a día, si no te das cuenta... Estás a tiempo, quizás si puedas, dejar salir a la vida que quiere vivir en ti, de verdad, a la del goce sin más... quizás sí. Y el primer paso, querido, querida, masoquista... mira, ¡mira tu sadismo!